PEDAGOGíA LECOQ



Los clowns 
 Buscar el propio clown
*Texto de Jacques Lecoq, del libro “El cuerpo poético“. 

El clown no existe por separado del actor que lo interpreta. Todos somos clowns, todos nos creemos guapos, inteligentes y fuertes, aunque, en realidad, cada uno tenemos nuestras debilidades, nuestro lado ridículo, que, cuando se manifiestan hacen reír. Algunos alumnos, por ejemplo, cuyas piernas son tan delgadas que no se atreven a enseñar, encuentran en el clown una posibilidad de exhibir su delgadez y de jugar con ella, para mayor placer de los espectadores. Por fin pueden existir, con toda libertad, tal como son y hacer reír. El descubrimiento de que una debilidad personal puede transformarse en fuerza teatral, es de gran trascendencia para la puesta a punto de un acercamiento personalizado de los clowns a la búsqueda “de su propio clown”, que es un principio fundamental”

“Los clowns aparecieron en la escuela en los años 60, cuando yo me estaba interrogando sobre las relaciones entre la comedia del arte y los clowns de circo. El principal descubrimiento surgió en respuesta a una pregunta muy simple: el clown hace reír, ¿pero cómo? Un día pedí a los alumnos que se pusieran en círculo -reminiscencia de la pista circense- y que nos hicieran reír. Uno tras otro, lo fueron intentando con payasadas, piruetas, juegos de palabras a cuál más fantasioso. ¡Todo inútil! El resultado fue catastrófico. Teníamos la garganta oprimida, una sensación de angustia en el pecho, todo aquello se estaba volviendo trágico. Cuando se dieron cuenta del fracaso, pararon la improvisación y se volvieron a sus sitios para sentarse, despechados, avergonzados, incómodos. Fue entonces, al verlos en aquel estado de abatimiento, cuando todo el mundo se echó a reír, no del personaje que pretendían presentarnos, sino de la persona misma, puesta así al desnudo. ¡lo habíamos encontrado!
Las referencias al circo , inevitable desde el momento en que se evoca el clown, me queda ya muy lejana. En mí infancia había visto, en el circo Medrano de Montmartre, a los Fratellini, a Grock y al trío formado Carioli, Portos y Carleto pero en la escuela no hemos buscado este tipo de clown. Aparte de la dimensión cómica, no teníamos ninguna referencia de estilo o de forma y los alumnos no conocían estos clowns. Por lo tanto abordaban la búsqueda de manera muy libre y fue Pierre Bylan, alumno de la escuela antes de enseñar en ella, quien nos aportó la famosa nariz roja, la máscara más pequeña del mundo, que iba a permitir que emergieran la ingenuidad y la fragilidad del individuo”
La búsqueda del propio clown es, en primer lugar, la búsqueda del lado irrisorio de uno mismo. A diferencia de la comedia del arte, el actor no tiene que entrar en un personaje preestablecido (Arlequín, Pantalon...), sino que debe descubrir en sí mismo la parte clownesca que lo habita. Cuanto menos se defienda, cuanto menos trate de interpretar un personaje, cuanto más se deje sorprender el actor por sus propias debilidades, con más fuerza aparecerá su clown”...
...“No es posible enumerar los temas de trabajo de los clowns: para ellos la vida entera es un tema clownesco. Cuando el actor entra en escena llevando su pequeña nariz roja, su rostro manifiesta un estado de indefensa disponibilidad. Cree que es recibido con toda la simpatía del público (mundo) y se sorprende por el silencio con que lo acogen, cuando él se tenia por una persona importante. Su desconsolada reacción provoca risitas entre el público. El clown hipersensible a los demás, reacciona entonces a todo lo que le llega, oscilando así entre una sonrisa simpática y una expresión triste”...
…“El clown es el que “acepta el fracaso”, el que malogra su número y, con ello, coloca al espectador en un estado de superioridad. A través de ese fracaso, el clown revela su profunda naturaleza humana que nos emociona y nos hace reír. Pero no basta con fracasar en cualquier cosa, además es necesario fracasar en aquello que se sabe hacer, es decir en una proeza”...
...”No se juega a ser clown, uno lo es, cuando su naturaleza profunda se manifiesta junto a los miedos primigenios de la infancia. El clown tiene un contacto directo e inmediato con el público. Sólo puede vivir con y bajo la mirada de los demás. No se “hace el clown” ante un público (mundo), se actúa con él. Un clown que entra en escena se pone en contacto con todas las personas que constituyen el público, y las reacciones de éste influyen en el juego interpretativo de aquél”...
...”Paralelamente, buscamos en el cuerpo las formas de andar “ocultas”. Observando la forma de andar natural de cada uno, descubrimos sus elementos característicos (un brazo que se balancea más que el otro, un pie que se desvía hacia dentro, un vientre ligeramente prominente, una cabeza inclinada hacia un lado) que vamos exagerando progresivamente hasta alcanzar una transposición personal. Busco con los alumnos la manera de andar propia de su clown, al igual que Grouxo Marx, Charlot o Jacques Tati tenían la suya, tan característica. Que nunca, en un clown, es resultado de una composición exterior, sino siempre del desarrollo extremado y meticuloso de una manera de andar personal”...
...”Al mismo tiempo realizamos un trabajo técnico sobre los gestos prohibidos que el actor no ha podido expresar nunca en su vida social. “¡Anda bien!”, “¡Ponte derecho!”, “¡Deja de rascarte la cabeza!” y otras tantas frases por el estilo son ordenes conminatorias que hacen que ciertos gestos se queden en el fondo del cuerpo del niño sin que puedan ser expresados nunca. Este trabajo, muy psicológico, dan al actor la máxima libertad de juego interpretativo. Es útil que los alumnos conozcan esta experiencia de libertad, que se encuentren sin defensas ante lo que yo llamo: “el clown primigenio”
Las referencias del circo reaparecen cuando abordamos el fenómeno del trío. Los clowns de circo suelen ser tres: el clown blanco, el Augusto y el segundo Augusto. Toda situación clownesca impone una jerarquía entre los clowns. Esto es evidente en el célebre trío de los hermanos Marx, pero también en todos los dúos: Arlequín y Briguella, Laurel y Hardy... uno de ellos está siempre de apoyo del otro. En el teatro me parece preferible el dúo, así como también es deseable en un proceso pedagógico, para permitir a cada clown situarse en función del otro”...
...“Cuando comencé este trabajo, pensaba que los clowns serían un período de transición momentáneo, una etapa de búsqueda -dentro de una pedagogía en evolución- propia de una época determinada. Hoy día compruebo que los alumnos siguen reclamando este trabajo, que consideran uno de los momentos álgidos del viaje pedagógico de la Escuela. Sin duda los clowns abordan una dimensión psicológica y teatral muy profunda. Han llegado a tener la misma importancia que la máscara neutra, pero en el sentido contrario. Mientras que la máscara neutra es un elemento colectivo, un denominador común que todos pueden compartir, el clown pone de relieve la singularidad de cada individuo. Desengaña de toda pretensión de superioridad de unos sobre otros. Paradójicamente, nos encontramos en el extremo opuesto del planteamiento pedagógico puesto en práctica durante toda la enseñanza. Durante meses he estado pidiendo a los alumnos que observaran el mundo y que lo dejaran reflejarse en ellos. Con el clown, les pido que sean ellos mismos lo más profundamente, posible, y que observen el efecto que producen sobre el mundo, es decir, en el público. Ahora viven la experiencia, cara a cara con el público, de la libertad y la autenticidad”
El clown no tiene necesidad de conflictos: está en conflicto permanente, consigo mismo. Este fenómeno exige una gran atención del pedagogo, durante esta transición psicológica difícil para los actores, a fin de rehuir toda interpretación seudopsicoanalítica. Hay que evitar que los alumnos se dejen atrapar en el juego de su propio clown, ya que es el territorio dramático que más cerca sitúa al actor de su propia persona. En realidad, el clown no debe ser nunca dañino para el actor. El público no se burla directamente de él, sino que se siente superior y se ríe, lo cual es algo totalmente diferente. Además, el actor está enmascarado, protegido en parte por la pequeña nariz roja. Pero, sobre todo, este trabajo llega después de dos años de Escuela, cuando los alumnos ya están habituados a implicarse en la interpretación, a conocerse y a mostrarse. Lo que por ahora no es el caso en los innumerables cursillos de clown anunciados aquí y allá, que no pueden ofrecer más que un acercamiento superficial y simplificador de un trabajo que necesita todas las fases precedentes.”
Deliberadamente, propongo este trabajo al final del recorrido, porqué el clown requiere una intensa experiencia personal por parte del actor. En la tradición del circo, los clowns son interpretados generalmente por los artistas más viejos. Los jóvenes se dedican a lo heroico (a la cuerda floja, al trapecio, al equilibrismo...), y los viejos, que ya no son capaces de esas cosas, se convierten en clowns, en la expresión de una madurez. ¡De una sabiduría!”...
Nuestro trabajo pedagógico consiste en propiciar que nuestros estudiantes se auto descubran y que sean ellos mismos” -Jacques Lecoq-
*Textos de Jacques Lecoq, del libro “El cuerpo poético“ 


Jacques Lecoq (1921-1999)
con la máscara neutra